domingo, 30 de diciembre de 2012

DE PERROS.

Hoy mi sueño era tan profundo que perdí la noción de todo, quién sabe cuántas horas llevo aquí echada. De no haber sido por el cosquilleo en mis tetillas te juro que hubiera seguido dormida por días enteros. Si, el mismo cosquilleo que me ha despertado las últimas mañanas. Lo siento suave pero constante, el escenario de mi sueño comienza a desvanecer. Llega un punto en el que el ruido de la realidad invade por completo mi fantasía onírica y se mezcla con ella hasta regresarme bruscamente a la realidad.


Estas lagañas, siempre dándome los buenos días. Las cosquillas se duplican, se triplican, se hacen tan intensas que no me queda duda, no son parte de mi sueño. Y ahí están, siete cachorros aferrados a mi, succionando vida. Si, fueron siete y todos están vivos. ¿Nombres? No, eso es cosa de humanos. Yo prefiero ocuparme de que no les falte nada.
Es mi primer camada, me siento tan feliz. Entre más succionan mis cachorros más despierta me siento y las lagañas se van haciendo a un lado. Mira, allá está. Es el padre de mis cachorros, siempre corriendo detrás de esos pájaros, jura que algún día los va a alcanzar. Lo quiero siempre a mi lado, igual que a estos siete que tengo aquí.
Ajá, allá están mis amos: Ana y Carlos. Se cruzaron hace unos meses, bueno, se casaron. Así dicen ellos. Y el resultado ya se está cocinando adentro de Ana.
Los humanos son raros ¿sabes? ¡Inventan mil mitos sobre nosotros! Que si vemos en blanco y negro, que si odiamos a los gatos, que si nos gustan las croquetas. Tan extraños son que normalmente tienen de un cachorro por cada vez que se aparean. Pocas veces de a dos, casi nunca de a 3 y prácticamente sólo con un milagro tienen de a 4.
El cachorro de mis amos está por nacer y también se ven muy felices. Ana ya ha dejado de echar ese humo por la boca, dice que le hace mucho daño a su cachorro. A mi me hace toser como si se me atorara un hueso en la garganta, de verdad que no lo soporto.
Fuera del humo del cigarrillo no me puedo quejar, disfruto mi vida. Amo a mis amos, amo a esa bola de pelos que corre el día entero tras los pájaros, amo a estos 7 que jamás se me despegan.
Bueno hay algo que últimamente me pone los pelos de punta. Me incomoda muchísimo más que el humo que Ana echaba por la boca. Mis amos presumen mucho a mis cachorros, dejan entrar a nuestra casa a un montón de extraños que vienen hasta el jardín para verlos.
Al principio me sentía halagada por cómo todos chuleaban a mis siete, pero a veces una se harta de tantos "¡Pero que bonito ejemplar!". Ajá, "ejemplar", así nos dicen los humanos.
Extraños vienen, extraños van, extraños llaman por teléfono y todos preocupados por mis 7. Y ahí viene uno mas, el más gordo de todos, el más maloliente, el más barbón y malvibroso de todos ellos.
Seguro viene a echarle el ojo a mis cachorros, ya está cerca de la puerta de cristal. Imposible no ver toda esa carne parada en dos patas acercándose al jardín. Ana y Carlos tan amables como siempre aunque esta vez no le al parecer no le regalaron el café al extraño. El regordete le está dado papeles a Carlos.
¡Pero qué sinvergüenzas son mis amos! Le están vendiendo la taza de café y vaya que muy cara. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, muchos de esos papeles que Ana y Carlos intercambian con el que trae nuestro alimento. Pobre gordo, que amolada le dieron.
Ahí viene ahora si, puedo olerlo. Te lo dije, ahí está ¡pero qué olor! Bien, ahí vamos de nuevo. ¡Oye! Se supone que debes decir que son excelentes ejemplares ¿por qué no dices nada? ¿Y esa canasta? Esto no me está gustando nadita, ¡espera! ¡están comiendo! ¿a dónde los llevas? ¡Ana, Carlos! ¡Detengan a esa bola de carne!
Bien, se fue ¿lo viste? Se los llevó y no hay nada qué hacer, no puedo ni levantarme. No hicieron nada por detenerlo, Ana y Carlos no movieron ni un dedo para impedir que ese extraño se llevara a mis 7. No lo puedo creer, se ven tan contentos con eso. No se ve ni tantita tristeza en sus caras.



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