martes, 21 de abril de 2015

LaguNotas Mentales: La culpa la tiene Peña Nieto

 
 
 
El ser humano puede navegar únicamente a lo largo y ancho de tres zonas, cada una de ellas con límites perfectamente marcados que la diferencian de las demás. La primera es la patología, área en la que la persona no se da cuenta de que su entorno está enfermo, y por consiguiente él también lo está. El mundo a su alrededor puede estarse cayendo a pedazos y él no lo notará. Está acostumbrado a estar jodido (en todos los sentidos), no conoce un estado diferente a este y piensa que así es como debe ser.
El segundo espacio es la mediocridad. En esta zona, por alguna razón, la persona se percata de que las cosas no marchan tan bien, que hay algo podrido que está afectándolo pero no hace nada para remediar la situación. El mediocre sabe que hay problemas y puntos específicos qué atacar, pero no lo hace por temor a abandonar la zona de confort que otorga la mediocridad. Estas personas suelen ser una enciclopedia interminable de pretextos, siempre hay una carta bajo la manga que los libra de sus responsabilidades.
La última zona en la que el ser humano puede surcar es el éxito. Para llegar a este nivel el individuo debe haber pasado por los dos anteriores. En algún momento se percató de que estaba sumergido en la patología, al darse cuenta de esto pasó automáticamente a la mediocridad y al llegar a ese punto decidió hacer algo para remediarla. Los que toman esta decisión son los pocos.
Existe el éxito social y el éxito personal. Hay sujetos con un éxito social desbordado, pero que por dentro están destruidos, es decir, no tienen ni pizca de éxito personal. Michael Jackson, Britney Spears, y muchos otros personajes de la farándula mundial pueden servirnos como ejemplo. Personas que aparentemente tienen el mundo a sus pies pero darían lo que fuera por tener un poco de paz interior.
Desde mi muy particular punto de vista, y pasando de lo general (raza humana) a lo particular (sociedad mexicana), creo que nuestro país está atascado en la mediocridad. No somos pendejos, entendemos qué hay cosas mal. Algunas veces sabemos hasta nombre y apellido de los causantes de estos cánceres sociales. Ante esto nuestra reacción normalmente apunta hacia dos direcciones. Puede ser la indiferencia, saber que hay broncas de raíz, saber que el gobierno está lleno de ratones, saber que aquellos que tienen como enmienda cuidar a la población son los mismos que abusan de ella. A pesar de ya no tener la venda en los ojos deciden mostrarse indiferentes.
La segunda reacción común es la de aquellos que cargan la bandera de la falsa rebeldía. Saben de los problemas que corroen a la sociedad, suelen levantarse y verse cara a cara contra el sistema. El único error es que lo hacen cayendo en una gran incongruencia. Piden respeto ante sus derechos dañando el de los terceros. Salen a manifestarse bloqueando calles sin importarles a quién puedan afectar. Realizan actos vandálicos cobijados con su falsa sed de justicia.
Causa de esto puede ser el concepto erróneo que tenemos de rebeldía. Rebelde es aquél que rema contra corriente, que no acepta lo que se le ordena. Rebelde es el que es difícil de controlar porque no obedece a lo establecido. A esta definicón me permito agregar lo siguiente: Rebelde es aquél que no repite patrones, hace una introspección, detecta su patología, ataca los puntos necesarios para no estancarse en la mediocridad y alcanza el éxito .
El hijo de padre y madre alcohólicos que escuchan rock seguramente repetirá ese patrón, pues desde niño no conoce nada más que esa realidad (no es mi intención generalizar, no todos los que escuchan rock son alcohólicos, ni todos los alcohólicos escuchan rock. Simplemente pretendo aterrizar ejemplos). El niño va a crecer, empezará a escuchar rock, un buen día tomará su primer cerveza y ese será su pasaporte a un desbordado alcoholismo, igual al de sus padres. Ante la sociedad un individuo como este encajaría perfectamente en el concepto de “rebelde”. Para mi no es así. Este niño sería el más mansito, domable y lanudo de los borreguitos. No tuvo el valor para ir en contra del patrón que su familia le dictó. En todo caso, un rebelde en esta familia sería un niño nerd. Alguien que detectara la patología de sus padres y decidiera darle un giro de 360°.
Queda claro entonces que ser rebelde implica cosas y acciones muy diferentes en cada caso. Todos tenemos historias muy distintas, por lo cual para navegar con bandera de legítima rebeldía debemos llevar a cabo acciones muy variables.
Retomando el concepto particular del mexicano podemos decir que los verdaderos rebeldes son aquéllos que toman la patología mexicana (por llamarlo de alguna forma) de “Estamos jodidos, pinche gobierno” y deciden hacer algo al respecto con sus vidas para romper ese patrón de mexicano jodido y agachón.
Rebeldes mexicanos son entonces personas como Guillermo Gonzáles Camarena (Inventor de la TV a color), Luis Ernesto Miramontes (creador del primer anticonceptivo oral) y una lista interminable de compatriotas que antes de tirarse al piso y lamentarse de su situación decidieron triunfar. Todos aquellos que están justo ahora bloqueando alguna calle con una pancarta en contra de lo que sea son sólo simios que no entienden a dónde van. Repiten el patrón del ciclo de vida del mexicano (no de todos, pero desafortunadamente de la mayoría): Nace en la patología, crece en la patología, se reproduce en la mediocridad, se queja de ella hasta que envejece y entonces muere, marcando así la pauta que seguirán las generaciones venideras por años, décadas, siglos. Así que elija una de las siguientes dos frases, repítala mentalmente como si se tratara de un mantra y adóptela como su única e irremediable realidad:
  1. La culpa es de Peña Nieto.
  2. Con AMLO estaríamos mejor.

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