martes, 21 de abril de 2015

LaguNotas Mentales: Jirafa-lobo•Gato-huachinango



No esperar nada de nada ni de nadie. Para muchos puede ser igual a caer en el conformismo, yo no lo creo así. Hay ciertas cosas y personas en la vida que nunca van a cambiar y si pasamos nuestra existencia esperando a que lo hagan estamos fritos. Ni el perro aprenderá a lavar ropa y trapear la casa, ni el compañero de trabajo que siempre llega 40 minutos tarde llegará temprano mañana, ni el marido borracho/golpeador milagrosamente se convertirá en un príncipe azul. Se llama ajuste de expectativas, inmunidad ante la frustración.
Así me pasó en la infancia con las promesas sobre cómo se supone que sería el futuro. La culpa la tienen los Supersónicos, Volver al Futuro (I, II y II) y en parte también Futurama y Terminator (I y II sobre todo, las demás ya me agarraron más trucha y menos manipulable).
Llegó el año 2015 y hasta el momento los autos siguen rodando, a ninguno le ha dado por volar. Tampoco llegó el Apocalipsis ni se cumplieron las profecías mayas. Todavía no logramos teletransportarnos, ni viajar en el tiempo. Si bien es verdad que la tecnología ha avanzado a pasos vertiginosos, la neta es que con todo lo antes mencionado el futuro me sigue quedando a deber.
Está bastante chido tener todo lo que queramos a nuestro alcance. Tenemos al mundo en la palma de nuestra mano. Quiero algo, lo googleo, lo tengo… quiero algo, lo googleo, lo tengo… y así las veces necesarias, sin broncas. Puedo comunicarme, casi sin gastar un centavo, con chinos, gabachos, europeos y bla bla bla. Pero hay un tope en el que uno se acostumbra y llega el hartazgo, luego el aburrimiento. Todas estas maravillas del futuro se convierten en cualquier cosa menos sorprendentes.
Me considero de esos especimenes en peligro de extinción que aún se enteran de lo que pasa en el mundo por medio de los periódicos impresos. Y, honestamente, es muy raro que una noticia me sorprenda. Cambiarán los protagonistas, pero siguen siendo los mismos cuentos de toda la vida. Pero hoy tengo que aceptar que una noticia en particular me hizo abrir los ojos búho y me devolvió un poquito la esperanza de reconciliarme con el concepto de un futuro apantallante: “Confirmado por científicos italianos: Primer trasplante de cabeza en un ser humano programado para el año 2017”.
Había leído sobre el primer trasplante de cara y, aunque me sorprendió, no me voló la cabeza como esta noticia. Empezó entonces el rush de cuestionamientos internos. No creo que sea posible, y si lo es quién sabe si la persona conserve su esencia e identidad, no sé tampoco si sea ético. Entonces recurrí al “lo googleo, lo tengo”. Fui al buscador y después de teclear “trasplante de cabeza” me encontré con un mar de información acerca de los experimentos realizados al respecto.
Para mi sorpresa, en los años 40’s vivió un ruso loco llamado Vladimir Demikhov que experimentó trasplantes de cabeza en perros. En los 60’s el sudafricano Christian Barnard realizó un trasplante de cabeza en primates y fue exitoso.
No sé si la posibilidad de hacer esto en el ser humano exista o si se trate de una noticia que años después no será más que un chiste de mal gusto, pero tengo que aceptar que leer esto me devolvió las ganas correr muy rápido para pisarle los talones al futuro y ver qué es lo que nos depara.
Vivo un buen porcentaje de mi existencia en los pantanosos terrenos de la fantasía, como todo buen piscis. Poblar al mundo de caballos con cabeza de lagarto, coyotes con cabeza de puerquitos o hacer graciosas combinaciones de cuerpos de bebé con cabezas de anciano. Sé que no hay ser humano con los medios ni el conocimiento para poder lograrlo, pero imaginar la infinidad de posibilidades de lograrse el transplante de cabezas me hizo tener, una vez más, la esperanza de un futuro si no mejor de perdis menos aburrido.

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