lunes, 1 de abril de 2013

INVOLUCION.



 
Cincuenta años de servicio escolar, miles de horas sentada en su viejo escritorio calificando los exámenes de sus alumnos. La Señorita Jiménez se pasea lentamente por el salón de clases con espalda encorvada, como si buscara todo el tiempo una moneda en el suelo. El bastón que empuña con la mano izquierda es el único punto de apoyo que mantiene en pie su arrugado y esquelético cuerpo. Haciendo un esfuerzo enorme tose para expulsar las flemas que impiden continuar exponiendo su clase. Grado de inclinación de la columna: 64°.

 

-Dicen los viejos científicos que las líneas evolutivas del humano y el mono se separaron hace 5 millones de años. El hombre continuó su carrera reduciendo el tamaño de sus extremidades superiores y enderezando su columna hasta que quedó completamente recta.

 

Segunda fila, quinto pupitre. Sólo cinco centímetros separan a Mario de la pantalla de su celular. Nada más parpadea cuando sus pulgares terminan de escribir el mensaje de texto que un par de segundos después estará en el celular de Fer, su vecina de pupitre. Grado de inclinación de su columna: 74°.

 

-Han pasado 7 millones desde que apareció el  primer antepasado del hombre... el pre-australopithecus. Actualmente nuestros parientes más cercanos son el chimpancé y el gorila.

 

Cuarta fila, sexto pupitre. Andrea no puede despegar la mirada de la revista de moda entre las adolescentes. Ni los zapatos de la temporada, ni las últimas fotos de Justin Bieber le permiten enderezarse un poquito.

 

Si al hombre de la actualidad le quitáramos los jeans y la camisa qué diferencia tendría con el chimpancé o el gorila. Realmente no existen grandes diferencias anatómicas entre uno y otro. Pelos más, pelos menos.

 

Primera fila, segundo pupitre. Jaime resiente los efectos de una madrugada entera aferrado al último nivel de su videojuego favorito. Cae dormido sobre su libro de biología después de 20 minutos de luchar contra sus cabeceos. Ángulo de inclinación de su columna: 89°.

 

Los chimpancés y el ser humano comparten el 99.4% de la carga genética. Prácticamente somos idénticos. Si encerráramos a un niño en una jaula llena de monos desde el momento de su nacimiento, aislado de cualquier contacto con su raza... qué tan humano sería. 

 

Mario, Andrea y Jaime no tienen idea de que están en una vertiginosa carrera de regreso a monos encorvados y peludos.


 

 

 

 

 

 

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